Al llegar
Miles de ojos no se cierran ni aún debajo del párpado.
Sonidos y silencios como gritos desesperados.
Cualquier transeute es juez y verdugo
de vidas e ilusiones ajenas.
Alguien duerme bajo la lluvia de luces
con un claxon como nana.
Horas, como estadíos
arrastrando a gente ausente, perdida.
El cielo es un paisaje inventado
decorado de cableados y de aceros.
Una mujer en una ventana roja
mira sin comprender y sin ser comprendida.
Nadie dijo, nadie nos dijo
cuánto íbamos a padecer
los contrastes, como huellas de gigantes
de la ciudad frenética.