11.7.08

Al llegar


Un pulpo de cemento custodiando el límite.

Miles de ojos no se cierran ni aún debajo del párpado.

Sonidos y silencios como gritos desesperados.


Cualquier transeute es juez y verdugo

de vidas e ilusiones ajenas.

Alguien duerme bajo la lluvia de luces

con un claxon como nana.


Horas, como estadíos

arrastrando a gente ausente, perdida.

El cielo es un paisaje inventado

decorado de cableados y de aceros.

Una mujer en una ventana roja

mira sin comprender y sin ser comprendida.


Nadie dijo, nadie nos dijo

cuánto íbamos a padecer

los contrastes, como huellas de gigantes

de la ciudad frenética.